jueves, 9 de julio de 2009

arriba o abajo no significan gran cosa cuando no se sabe donde se está

detuvo su charla en seco cuando escucho la puerta, a pesar del ruido escucho la puerta, solo no pudo con sus ansias, no pudo disimular el pánico que le causaba, y de repente esa distancia que parecía tan inmensa se redujo al ápice de una uña, pero aun así no se atrevió a hablar. Logro reincorporarse a medias, intento hilvanar lo que decían sus labios, prosiguió como si casi nada hubiese pasado; en el aire se podía palpar la inquietud que deja una puerta azotada por el viento pero ella soltó el picaporte con exagerada pausa, cruzo la habitación hasta la otra puerta, ni siquiera lo miró, ni siquiera noto su presencia, ni la del grupo de gente que lo acompañaba, y a cada paso un ronco sonido de madera; el todavía seguía en dos operaciones a la vez, el dialogo, entrecortado, titubeante, vago y su mirada que no podía dejar de seguirla. Ella no caminaba, ella cortaba la habitación, la rasgaba como una daga, y tras ella lentamente la gente cicatrizaba. Se perdió mas allá de donde su ojos llegaban, bajo la vista y le pidió en secreto que le hiciera saber donde se encontraba, en qué lugar quedaba él, porque una vez leyó que arriba o abajo no significan gran cosa cuando no se sabe donde se está, tal vez Ícaro sintió tocar el cielo con las manos cuando se sumergió en el mar. Solo dime donde me encuentro, donde me dejas estar.

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