Marchite las ventanas para no dejarte ir, lo que no advertí fue que yo era el único que estaba atrapado; y así fue que me acostumbre a la obscuridad, recorriendo las paredes, leyendo con la punta de los dedos. Al principio por movimientos torpes te ocasione magullones, luego fui perfeccionando mis movimientos, sigiloso como un gato, de aquí para allá sin ser detectado, me hice cómplice de las sombras, ellas fueron intimas, casi amantes; por un tiempo estuvo bien, por un tiempo fue suficiente, pero de a poco comencé a extrañar la luz, necesitaba reencontrarme, reinventarme, necesitaba volver; de tanto caminar de pared a pared, abrí una grieta que luego fisuro la casa y la luz que no es mezquina se coló por las hendijas; pero mis ojos descuidados no supieron leer los colores, eran extranjeros, turistas en mi cuerpo. Hoy los estoy recuperando uno a uno, empecé por los rojos, le siguieron los azules, al último llegaron los amarillos; solo queda esperar que todo vuelva.
en algún lugar, entre la civilización y la barbarie
Hombre de raíces caucásicas e idiosincrasia argentina, un centro half de figura amachimbrada.
De profesión cazador pero por naturaleza corredor. Nunca creyó del todo de lo que hablan los carteles, defensor de las palabras, buenas y malas, jardinero de su jardín.
que me acuerdo de lo que no me olvido. que fumo cada vez menos. que nunca deje de mirarte. que por eso uso lentes negros. que voy a llamarte cuando el teléfono sea gratis. que cuando pueda me voy de viaje. que hoy tengo sueño y ganas de todo.
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